Los dibujos animados los han convertido en caricaturas de perro gruñón —el bulldog inglés— o extraterrestre —el bulldog francés (véase a Stitch, el amigo de Lilo)—. Las apariencias engañan: son compañeros entrañables.
Los bulldogs son fuertes, protectores y afables. El inglés solo es gruñón en apariencia, porque en él late un corazón bonachón y paciente. Esa combinación de aspecto fi ero y buen carácter enamora. De hecho, en Inglaterra lo llaman nursedog (perro niñera) por su tolerancia extrema hacia los niños y sus travesuras, rasgo que ha heredado su pariente cercano el bulldog francés. Con toda la familia se muestran especialmente protectores, sobre todo el inglés, que conserva un instinto de pelea más despierto y es capaz de sacrifi car la vida si sus dueños son agredidos.
Se trata, pues, de razas de compañía incondicional, aunque no sumisa. El inglés tiende más a la quietud, incluso a la pereza, mientras que el francés, de menor tamaño, es bastante más activo y requiere al menos 15 minutos diarios de ejercicio animado. Su pariente, con ese cuerpo pesado y macizo, se conforma con un paseo corto. Es decir, no son perros atletas o hiperactivos y por eso se adaptan bien a entornos y apartamentos urbanos. Además son muy poco ladradores.
Sus dueños destacan su personalidad empática y la afinada inteligencia social en familia. Esas caras con músculos y pliegues muy desarrollados y ojos saltones y expresivos les permite comunicarse mediante gestos casi humanos. El inglés, flemático, aprende enseguida a ganarse al dueño con expresiones de pena para librarse de un paseo o una orden que no le apetece cumplir.
Su primo opta por la diversión; salta y reparte zalamerías para hacer reír a sus dueños como un payaso canino. Disfruta de ese papel. Tales actitudes ayudan a establecer con ellos lazos entrañables; por eso se han convertido en razas muy populares, con un excelente equilibrio de carisma, carácter y sociabilidad.
Sin embargo, no hay que olvidar su ascendencia gladiadora, sobre todo en el inglés por sus antecedentes en el control del ganado vacuno y en peleas de perros —incluso de perros contra toros—. Ambos tienden a ser testarudos, no se someten con servilismo a las órdenes y por eso es clave una educación muy temprana y paciente. Por ejemplo, si se hacen amos del sofá o se acostumbran a dormir en la cama, costará mucho cambiarles esa costumbre. Hay que establecer barreras y rutinas desde cachorros porque tienden a establecer fuertes jerarquías de dominio. Por esta característica, el inglés no suele convivir fácilmente con otras mascotas, a no ser que se le acostumbre de pequeño; el francés es mucho más tolerante.
Cuidar su salud
El precio por disfrutar de una compañía tan leal y carismática es el cuidado de su salud. Son conocidos sus problemas respiratorios debido al hocico chato. Conviene prevenir: adquirir el ejemplar en una tienda de confianza y con buenos progenitores evita muchos problemas de salud a lo largo de sus 10 ó 12 años de vida.
Los bulldogs roncan cuando duermen y si están agitados por el ejercicio (sobre todo en verano); es normal, pero no tanto si respiran con dificultad en estado de calma. Hay que vigilar sus vías respiratorias (que no tengan mucosidades extrañas) y su tendencia a pillar catarros. Y aunque no son exigentes con la comida, conviene organizar su dieta para que el sobrepeso no añada dificultad a la respiración.
Fuente: verdeesvida.es